jueves, 12 de marzo de 2009

¿Qué hemos trabajado durante el segundo trimestre?


· La poesia de Gustavo Adolfo Bécquer.

· El libro Bajando al moro, de José Luis Alonso de Santos

· La lírica tradicional.


Aquí os dejo los trabajos que hemos realizado en base a estos temas, como prueba de mi aprendizaje a lo largo del segundo trimestre.

RIMA XIII (Gustavo Adolfo Bécquer)

Tu pupila es azul, y cuando ríes,

su claridad suave me recuerda

el trémulo fulgor de la mañana

que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras,

las transparentes lágrimas en ella

se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo

como un punto de luz radia una idea

me parece, en el cielo de la tarde,

¡una perdida estrella!

ZAPATOS (Texto relacionado con la banda sonora de la película basada en Bajarse al moro)

ZAPATOS

¿Alguna vez habéis oído la expresión “tener los pies en la tierra”? Pues esta frase hecha, no significa más que vivir la vida y seguir tu camino, pero se necesita protección, unos buenos zapatos.
Cuando nacemos nuestra máxima necesidad es la protección, la protección de unos patucos suaves y blandos, para que necesitaría un bebé unos zapatos fuertes, sus zapatos son el cuidado y el amor incondicional de su madre.
En la siguiente etapa de nuestro camino, necesitamos unos zapatitos un poco más resistentes, pues empezaremos a andar y a aprender. También se tienen las primeras caídas, probablemente menos dolorosas que las que vendrán más adelante.
En la niñez necesitamos unos zapatos anchos y cómodos, que no puedan oprimir nuestra forma de ser, que se convertirán en el futuro en nuestra ideología.
El siguiente tramo de nuestro viaje es la adolescencia, una etapa difícil sin duda, probablemente necesitaremos unas deportivas con una suela gruesa, para pasar rápido por la vida y no percibir los pequeños detalles, que luego encontraremos importantes.
Durante la juventud a lo que le damos más importancia es a la estética, por eso solo nos importa que nuestros zapatos sean bonitos, además ya no necesitamos una suela gruesa, simplemente con un tacón fino ya encontramos la estabilidad necesaria para “comernos el mundo”.
Cuando eres adulto buscas unos zapatos cómodos y con mayor estabilidad, para transmitirla así a tus seres queridos, y además poder superar los baches y dificultades que te presentará este camino.
Durante la vejez vuelves a necesitar el calor y la suavidad de unas cómodas zapatillas, pues el duro camino que has recorrido ha absorbido tu energía y vitalidad.
El último paso de la vida, que nadie querría dar, es aquel en el que te quitan las zapatillas y te ponen unos zapatos fríos y duros, que no te harán heridas, pues con ellos no andarás. Entonces es cuando nos damos cuenta de que la vida pasa demasiado rápido para poder romper los zapatos.

FICHA DE LECTURA, BAJARSE AL MORO

MIS LECTURAS

· Fecha de inicio de la lectura: 1/12/08
· Datos bibliográficos: ALONSO DE SANTOS, J.L, Bajarse al moro, Editorial: CATEDRA, Letras hispánicas.
· Fecha de finalización de la lectura: 5/12/08

Comentario personal

Bajarse al moro,me ha parecido un libro muy entretenido, sobretodo para gente de nuestra edad. La posibilidad de que esta historia puede ser real aumenta el interés por el libro.
Creo que el autor tenía una mente muy avanzada, ya que en la época que le tocó vivir no se solía escribir sobre ciertos temas, como drogas o marginación social.
En definitiva, me ha gustado mucho el libro, además el hecho de leerlo en clase lo hace aún más entretenido.

Cuento consejero (Conde Lucanor)


PREGUNTAR ES SABER

Pedro era un niño que con tan sólo diez años, estaba siempre dispuesto a aprender cosas nuevas. Un día salió del colegio y se reunió con su abuelo, quien iba a recogerlo. El abuelo enseguida notó que algo extraño le pasaba y le preguntó:

- ¿Va todo bien, Pedro?
- Pues no, abuelo. Es que cuando estamos en clase y la maestra explica una lección, siempre le pregunto para asegurarme de que lo he entendido bien...
- Eso está bien, pero ¿cuál es el problema?
- Que mis compañeros se ríen de mi y me dicen que soy un tonto que nunca entiende nada.
- ¡Ay, Pedro...! Yo sé una historia parecida que quizás te suba un poco esos ánimos. Cuando yo era pequeño, en mi clase había un niño bajito, con gafas y con cara de tonto, que siempre preguntaba al maestro que dónde estaba Portugal y si explicaba matemáticas él preguntaba por qué dos y dos son cuatro. Ese hecho hacía que todos pensásemos que era estúpido y nos riésemos de él, yo el primero. ¡Cuán equivocado estaba!
Por eso puedo decirte que para saber hay que preguntar y quien no lo hace se acaba arrepintiendo.
- ¿Cómo se llamaba ese niño?
- Se llama Amancio, Amancio Ortega.

Aquel que pregunta es un tonto por cinco minutos,
pero el que no pregunta permanece tonto por siempre.