Prejuzgar es una acción innata que hacemos los seres humanos, siempre tenemos tendencia a opinar sin saber, muchas veces, sin ni siquiera conocer. Cuando esta acción se transforma en una generalización que se aplica a un grupo muy extenso de personas, empezamos a hablar de tópicos. Encontramos una infinidad de tipos de tópicos, de los cuales voy a mencionar unos cuantos.
En primer lugar hablamos de los tópicos sexistas, algunos de los más conocidos son que las mujeres no saben conducir y que sólo sirven para limpiar la casa y para cuidar a los niños y que los hombres en cambio carecen de sensibilidad y son unos brutos.
A continuación, encontramos los tópicos geográficos que depende de donde vivas te obligan a “ser” de una forma o de otra. Esto incluso alcanza tintes internacionales cuando nos explican que los ingleses son unos piratas, los moros son sucios, los franceses unos guarros (por eso inventaron los perfumes), que los alemanes son unos cabezas-cuadrada o los rusos unos comunistas chapuceros.
Incluso podemos encontrar tópicos laborales como que los funcionarios no dan palo al agua, que los políticos son todos unos ladrones, que los militares son unos fachas, que los modistos y los peluqueros son homosexuales y que los artistas están locos y siempre andan en las nubes.
Si buscamos acerca de una definición formal de la palabra tópico encontramos que es, simplemente, una expresión vulgar o trivial.
Pero quizá los tópicos son solo un recurso pobre del que quiere atacar y no sabe cómo. Son muchos los que necesitan ridiculizar e insultar a los demás para sentirse mejor ellos mismos, o para afianzarse en sus ideas. Y cuando alguien recurre a eso, precisamente da que pensar lo contrario: ni tiene las ideas claras ni sabe lo que es la autoestima.
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Hace 15 años